
La memoria como centro de este ensayo fotográfico busca explorar la relación entre la cotidianidad y la religiosidad de Nueva Venecia. Un pueblo que aunque ha sido abandonado por el Estado, y en últimas por la iglesia católica, se aferra a su fe en Dios de distintas maneras. Las constumbres de antaño, los cantos negros, los bailes, los ritos se han ido consumiendo por nuevas instituciones religiosas que en su afán por acoger a los pobladores que no tienen templo al cual acudir, han satanizado sus raíces, siendo lealmente desplazadas. Quizás el sincretismo de antaño, la fe de las personas, que al igual que el lugar no tiene suelo estable, seguirá manteniéndose, pues la espiritualidad de las personas de ste ligar es el reflejo de un pueblo que persiste frente a vientos inciertos.
FotosRafael Rodríguez