
En un pueblo de agua donde falta el agua potable, cada madrugada emerge un navegante con la luna como compañera y las estrellas como testigos de su mágica labor. En su bongo lleva escrita la frase “De la mano de Dios” y con esa seguridad inicia su responsable labor, pacientemente avanza en medio de la oscuridad buscando el agua pura, sus brazos y una palanca son el motor que impulsa por el camino que lleva hasta el preciado tesoro, el popular bongoducto de nueva Venecia, único en el mundo y parte del realismo mágico colombiano.
Su experiencia y conocimiento le avisan que es preciso parar, es aquí donde pausadamente con una vieja caneca carga los 9.500 litros de capacidad, emprende su regreso de frente al amanecer. Ha visto cientos de veces nacer el sol, quien pareciera salir a su encuentro junto a la gente del pueblo que lo espera para recibir parte del tesoro líquido en cada casa.
Sale a su primer encuentro un lugareño a la vez que escucha el dulce anuncio de su hija “¡Papá, Dimas llegó con el agua!”, a quien le pide llene su tanque. El mercader se encarga entonces de repetir esta actividad casa a casa asegurando que se aproveche hasta la última gota.
Después de una larga jornada, y la satisfacción del deber cumplido, es hora de volver a su hogar, lo esperan su esposa y cuatro alegres hijos. Dimas sabe que descansar es asegurar que su pueblo y familia tendrán un día más de agua.
FotosOscar Yair Suárez